DE PETROS MÁRKARIS A JACQUELINE DE ROMILLY. Sorpresas en la biblioteca

scratchboard_imaginacion[1] No sé si es la primera vez que se establece esta relación, y sin embargo una cosa lleva a la otra.  Nuestra imaginación es una gran pantalla, cargada de hipertextos (hoy le llamamos así) que siempre nos ha servido para navegar y recrearnos sin límite por el universo del conocimiento. Y si estás en una biblioteca mejor todavía.

De esta forma, por ejemplo, empiezas leyendo un libro de Petros Márkaris que tienes para el club de lectura, continúas documentándote buscando  datos sobre la historia griega, te encuentras con una interesante autora que escribió sobre las bases de la civilización occidental en el siglo V antes de cristo, y acabas sumergiéndote en la biografía de esta ya hoy anciana francesa, medio ciega, que en los últimos años de su vida se empeña en compartir su filosofía de lo cotidiano. Y esta apacible y a la vez belicosa ancianita escribe un libro que inesperadamente lo tienes al alcance de la mano.

Jacqueline de Romilly, que desde su prestigiosa cátedra parisina y a través de sus publicaciones (“Por qué Grecia”. Ed. Temas de Debate) enseñó la eclosión cultural y política de la Grecia clásica, germen de la democracia, la libertad, el derecho, la razón y el arte emancipados de la religión (ver Vargas Llosa ), a los ochenta años y con la vista perdida casi por completo redescubre el mundo. Y escribe un libro, “EL TESORO DE LOS SABERES OLVIDADOS”, que encontré perdido e impoluto en las estanterías de la biblioteca Cristóbal Cuevas tras hacer una búsqueda sin ánimo de éxito. En esta obrita la señora indaga en el mundo de lo que principalmente le queda, que son los recuerdos.

romilly-150x150[1]

La autora, como docente, habla de ese depósito de conocimientos que almacenamos por la educación recibida a lo largo de la vida, que sin ser conscientes,  ya nos han atravesado y nos han transformado para siempre;  nos conforman y nos acompañan hasta el fin de nuestros días. Sin percibirlo son una orientación y una referencia porque en cualquier momento pueden ser evocados,  en la mayoría de las ocasiones involuntariamente, o cuando nos relajamos respecto al mundo exterior.

Hoy hay quien sostiene que este proceso formativo, basado en la interiorización, está en extinción, que el homo videns  actual no aprehende, y que está incapacitado para alcanzar conocimientos sólidos y profundos ( SARTORI, Giovanni. Homo videns: La sociedad teledirigida ).

Pero al menos hasta ahora seguimos concibiendo que “la cultura es lo que queda tras el olvido”, y esto provoca que continuamente nuestra mente desarrolle, ante cualquier estímulo, un contexto de relaciones, y si nos empeñamos sistemáticamente al final elaboramos un panorama teórico completo. Es la forma de avanzar la ciencia.

O de forma alternativa, si es que  nos atrevemos por la vía divergente, hacemos una reinterpretación creativa de los datos que poseemos y ponemos, por ejemplo, a danzar a la señora  hipotenusa entre los dos catetos o a mariposear a la bella Orión alrededor de las constelaciones.

Las estanterías de toda biblioteca guardan siempre una sorpresa.

Jacqueline de Romilly: “El tesoro de los saberes olvidados”. Ed. Península. Barcelona 1999.

Pepe de la Torre